La vacuidad fenomenológica del concepto de sistema
Rodrigo Jiliberto Herrera
rjiliberto@taugroup.com
Frente al uso estrictamente lógico del concepto de sistema, que como vemos no da lugar a una "entidad real" nueva, se puede explorar un uso ontológico, como el propuesto en este artículo.
Como señala Morin, “La Naturaleza son los sistemas de sistemas, en rosario, en pólipos, en matorrales, en archipiélagos. Nuestro Mundo organizado es un archipiélago de sistemas en el océano del desorden” (Morin, 1993, pag.121)
Todo no es mas que sistemas engarzados en otros sistemas, inmersos en nuevos sistemas, así hasta el infinito del mundo organizado. En ese mundo, todo lo que parece a primera vista algo en si mismo no es más que una distinción arbitraria integrada horizontal, vertical, y en mas de tres dimensiones con la totalidad sistémica.
Según esto, como se ha señalado anteriormente lo único ontológicamente existente de naturaleza última, coherente con esa aproximación sistémica ontologizante, es la totalidad no fragmentada (Bohm, 1998), la Physis generalizada, como da en llamar Morin a esa realidad.
Ahora bien, la paradoja es que desde esta aproximación ontológica a lo sistémico no es posible hallar a priori sistema alguno.
La ausencia fenomenológica de los sistemas es evidente en la propia ilustración ontológica del concepto de sistema de Morin citada anteriormente. En ella es evidente que el mundo es un todo interdependiente. Pero no mecánicamente interdependiente, sino que intrínsecamente interdependiente. Pues, las cosas no se determinan las unas a las otras al actuar mecánicamente en el tiempo y el espacio, como considera la física mecánica, sino que en el existir son las unas y las otras sin solución de continuidad. (Bohm, 1998 )
El término interdependencia, tan utilizado para caracterizar ese fenómeno, resulta impropio del existir en términos cuánticos, pues presupone, entes apriorísticamente separados. Mas se apropia a una versión cuántica del mundo describir las relaciones como de interexistencia, y denominar a la totalidad como un interser.
El mundo fenomenológico, que se aparece como poblado por entes disjuntos, siendo entidades separadas y autónomas a su entorno, y exteriores a nuestra comprensión es de facto un continuum, por lo tanto, ontológicamente una única totalidad. No hay sistemas, hay un único sistema.
Esto explica, junto con del uso puramente lógico del concepto de sistema que, a pesar de que es relativamente simple a partir del concepto de sistema intuir la inutilidad del concepto de objeto, éste sigue reinando bajo el paraguas sistémico objetual.
La ausencia fenomenológica de sistemas a la cual aplicar el análisis ha dificultado el desarrollo coherente de una ontología sistémica y a obligado al sistemista a volverse a los objetos y los ha reificado disfrazándolos con un lenguaje sistémico. Para él se trata de explicar objetos como si fuesen sistemas.
Así, la aproximación sistémico-objetual tiende, a semejanza de cómo se ordena el mundo objetual que dispone de dimensiones espacio-temporales definidas, a ordenar el mundo sistémico jerárquicamente, como teniendo un orden que denomina sistémico.
Es fácil encontrar en ámbitos tan dispares como el de la economía (Passet, 1996), o en el de la filosofía (Morin, 1993; Capra, 1999) descripciones sistémicas del tipo de las muñecas rusas; el sistema hombre dentro del sistema sociedad, dentro del sistema natural, dentro del sistema solar, dentro del sistema galáxico, etcétera. “A través del mundo viviente nos encontramos con sistemas dentro de sistemas” (Capra, 1999, pag.56)
Los sistemas son considerados entidades dotadas apriorísticamente de propiedades espacio-temporales que permitiría clasificarlas jerárquicamente, como teniendo un orden entre ellas. En esta aproximación, ni tan siquiera la proclamada interdependencia sistémica se refleja en la abolición fenomenológica de entidades dotadas de propiedades espacio-temporales apriorísticas, sino que en la conservación de su interrelación espacio-temporal jerárquica, también como algo dado.
Por el contrario, lo que la idea sistémica trasmite como ontología es la inexistencia de limite alguno dado entre las distinciones que el hombre pueda realizar de su entorno. De acuerdo con la idea de totalidad no fragmentada, de un mundo en interexistencia global, todos los ordenes conceptuales y jerárquicos corresponden a distinciones de naturaleza antroposocial, pues lo único “real” es una unidad indivisible e incognoscible.
En el marco de esta ontología sistémica no hay nada “en la realidad” que se eleve por si mismo sobre el continuo sistémico y que gracias a esa elevación se pueda distinguir como un accidente geográfico a cuya explicación nos hallemos abocados. Lo único que hay es totalidad no fragmentada.
La preconcepción de que los sistemas, -si existiesen los y no el sistema- se ordenan “ en la realidad” en una suerte de juego de muñecas rusas, que permitiría, por un lado, asignar propiedades jerárquicas, y determinaciones de algún tipo entre ellos de acuerdo a donde se ubiquen, y por otro lado, señalar un rumbo al conocer, es tan arbitraria, como suponer todo lo contrario.
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