La relativa facilidad con que hoy día viajamos a los sitios más lejanos de la Tierra nos hace olvidar que no hace mucho tiempo (algo más de treinta años), aún había regiones casi inaccesibles.
Tal es el caso del Continente Antártico. Hasta la fundación de la Base Aerea argentina Vicecomodoro Marambio, ocurrida en octubre de 1969, sólo se podía llegar en verano y por vía marítima, cuando el estado de los hielos lo permitía.
Las acciones de la Fuerza Aerea se remontan a 1951, cuando el Vicecomodoro Gustavo Marambio sobrevoló la Bahía Margarita, en el sector noroeste de la Península Antártica.
A principios de la década del 60´la Fuerza Aerea Argentina se planteó el objetivo de localizar un lugar donde fuese posible construir una pista de aterrizaje destinada a la operación regular y continua de aeronaves de gran porte, con tren de aterrizaje convencional, es decir con ruedas, sin utilizar el sistema de esquí. Finalmente, y después de múltiples estudios se concluyó que el proyecto era posible en una isla señalada como Seymour, en honor a un marino inglés que había frecuentado el lugar en el siglo XIX, y que fuera rebautizada con su actual nombre en 1956. Esta isla tiene la particularidad de poseer una meseta elevada 198 metros sobre el nivel del mar y una superficie semiplana. El habitual barrido por fuertes vientos antárticos evita la acumulación de nieve. Y el enorme esfuerzo de un reducido grupo de hombres que, con equipamiento muy poco sofisticado, construyeron una pista de 900 m de largo.
A partir de ese momento el crecimiento y desarrollo fueron sostenidos. Hoy la Base cuenta con una importante infraestructura, comenzando por el Aeródromo Público, capacidad de alojamiento para 145 personas, actividades científicas diversas, medios de comunicación. Y todos sus servicios están activos durante todo el año, ya que cuenta con una dotación permanente de 45 personas.
Es difícil quedarse indiferente contemplando imágenes de la Antártida. La sola vista de su inmensidad blanca y su eterna soledad sólo quebrada por la presencia de unos pocos hombres permite imaginarse la valentía y la fuerza de voluntad de quienes se animaron a ser los primeros. Se ha escrito muy acertadamente:
"La Antártida es un continente que más parece un planeta, donde se siente que se toca la piel de Dios y que los cielos están tan cerca del hombre, que podrían alcanzarse las estrellas"
Juan Carlos Luján
Suboficial Mayor de la Fuerza Aérea Argentina