Tiempo para aprender
La visita a las oficinas de algunas empresas de servicios, ya sea una empresa consultora, una entidad financiera, una compañía de seguros, o un bufete de abogados, nos permite observar un ritmo frenético de actividad. El sonido de los teclados de los ordenadores se funde con las voces que atienden llamadas telefónicas y los pitidos de los móviles. Todos los empleados están muy ocupados haciendo una o varias cosas a la vez, y los podemos ver así desde primeras horas de la mañana hasta que el sol se pone por la tarde, sea verano o invierno. No es un montaje para un espot televisivo, es la vida real.
No obstante, en esta escena hay un elemento que no encaja con el conjunto. En realidad cada empleado necesita un amplio abanico de conocimientos para desarrollar su actividad, que van mucho más allá de los relativos a la profesión que desarrolla, y que son de temas muy diversos, como las normas de la empresa, las continuas circulares internas, la cambiante legislación y las normas locales, los complejos programas de software que debe manejar, y todo esto en un mundo donde los conocimientos son más efímeros que nunca. ¿Es posible mantener todos esos conocimientos actualizados, y por lo tanto operativos, con ese ritmo de actividad laboral tan frenético?
En realidad los empleados deben de trabajar cada vez más frenéticamente para cubrir las crecientes deficiencias en sus conocimientos. Así pues, el trabajo no les permite formarse, y la falta de formación repercute en que necesitan trabajar más horas y másintensamente.
La solución parece sencilla: para las empresas es necesario invertir en formación para romper esta dinámica perversa, de forma que una mejor formación permita reducir la carga de trabajo, y una menor carga de trabajo permita a su vez una mejor formación. Pero ¿es esto posible?
La respuesta afirmativa a esta pregunta me llegó de la reciente visita a una empresa cercana a Barcelona de alta tecnología, donde el escenario era totalmente diferente. Reinaba la quietud, y el silencio únicamente era alterado por relajadas conversaciones de algunos empleados. Al dejar la empresa comprendí que hacía años que habían iniciado una dinámica virtuosa en la que la mayor formación permite liberar la mayor parte de la carga de trabajo, y además ofrecer productos cada vez de mayor calidad y precio.
Así pues la solución a una dinámica perversa es posible y existe: la formación.
Un saludo.
Juan Martín García
jmg@atc-innova.com