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Boletín de Dinámica de Sistemas

Evento, contingencia y decisión

TAU Consultora Ambiental
Rodrigo Jiliberto Herrera
rjiliberto@taugroup.com

El problema epistemológico es el derrumbe de todo fundamento epistémico y existencial. Como señala Varela, “Los mundos enactuados por diversas historias de acoplamiento estructural son pasibles de investigación científica detallada, pero no poseen sustrato o cimiento fijo y permanente, así que en última instancia carecen de fundamento” Por decirlo en los términos utilizados hasta ahora en este texto, se trata de historias de distinciones contingentes útiles a la percepción evenencial de la realidad no fragmentada, cuya utilidad contingente queda demostrada únicamente porque hay registro de ellas. En última instancia ningún conocimiento es 'accountable.'
La ausencia de un fundamento para el conocimiento produce una sensación de vacío, o como dice Varela siguiendo a Richard Bernstain, de “angustia cartesiana”, pues esta ausencia frustraría un innato “afán de fundamento absoluto”.
En definitiva se trata de la angustia derivada de la perdida de esa ilusión, tan laboriosamente sembrada desde la ilustración, de contar con un alto grado de certidumbre sobre los efectos futuros de todas nuestras decisiones. (En esto no hay que olvidar los optimistas soflamas de Laplace). Es decir, se trata de una angustia de naturaleza práxica y decisional, y no meramente existencial de "afán de fundamento absoluto".
Y esta angustia tiene su raíz en la ignorancia del potencial cognitivo, práxico y decisional del evento. Acostumbrado el hombre a creer que vive confiando en un mundo de objetos eternos, las oportunidades cognitivas, decisionales y práxicas que brinda el evento parecen ilusorias o inexistentes y son del todo desconocidas.
En principio la “realidad” de una totalidad no fragmentada es solo movimiento, proceso. El mundo de la totalidad no fragmentada es un fluir, es básicamente movimiento total, holomovimiento como señala Bohm (Bohm, 1998), o principio de complejidad según Morin (Morin, 1993). Es un orden integrado por un holomovimiento en un constante devenir. Aprender a vivir en un mundo de realidad no fragmentada supone aprender a vivir en el flujo, en el proceso, que es todo lo contrario que vivir en medio de objetos fijos.
En primer término el evento es la unidad de reproducción básica de la totalidad no fragmentada. Es en el evento en el cual el orden total existe y se produce y reproduce a si mismo, se expande y contrae generando nuevas formas y destruyendo viejas formas. El hacer en un mundo de totalidad no fragmentada esta siempre abocado al aquí y el ahora.
La totalidad no fragmentada puede parecer una entelequia lejana en términos conceptuales, mentales, pero es totalmente accesible evento a evento donde existe y donde se forma y transforma. Así, por ejemplo, los grandes descubrimientos científicos tienen lugar no porque un cálculo optimizador omniciente decida que su efecto sobre un mundo de objetos sea definitivamente mejor para el bienestar humano, sino porque en un momento muy especifico una persona (vio caer una manzana de un árbol) y fue capaz de relacionar diversas cosas. Fue en ese evento en el cual el fluir de la totalidad no fragmentada hizo un pequeño giro, no en la idea de innovación. No es en la idea de la amistad donde se hace la amistad, sido en el acto de amistad. La amistad se hace porque en un aquí y ahora específico alguien tuvo la capacidad de tener un acto de amistad. El potencial práxico del evento es infinito. Todo lo que sostiene aquello que vivimos es en el evento, y cada vez por una única vez. Es la unidad práxica básica de lo que es.
El término evento no tiene una connotación temporal precisa. No es un instante, sino un ocurrir. Si el evento es la unidad práxica básica y cognitiva de la totalidad no fragmentada lo es también del decidir. La realidad flujo que es la totalidad no fragmentada contiene un orden en movimiento, en ese orden está el hombre y sus artefactos, pero no están allí como resultados de una acción teleológica fuera del tiempo y del espacio. Están allí, porque evento tras evento, en el fluir, una deriva los ha ido formando, configurando tal cual son hoy día.
El único acceso efectivo que existe a esa deriva es nuevamente el evento. Nada de lo que la Humanidad pueda mostrar como logros propios ha sido alcanzado por una decisión supraevenencial atemporal. Por el contrario, todo, el conocer científico, los artefactos, como radares, microchips, armas letales masivas, o instituciones como la democracia, y la familia, todo es el resultado de una acumulación de actos de decisión evenencial. El estudio de la deriva de cualquier artefacto, como por ejemplo el vehículo a motor, puede demostrar que ninguno de los pasos que se dio en la deriva que lo trajo hasta el día de hoy pudo prever su desenlace, el que normalmente fue en una dirección propia, acorde a su integración en el holomovimiento, generando nuevas opciones, que nuevamente derivaron a algo totalmente inesperado, y así todas en su conjunto conformaron la deriva constitutiva de lo que es este aparato hoy.
El evento es la unidad decisional básica de la totalidad no fragmentada. Esto significa que en el evento es donde se decide la deriva de la totalidad no fragmentada y significa que el evento es el contexto de la decisión. Es decir, que toda decisión evenencial tiene como única referencia y horizonte el evento en el cual se toma. La decisión es, por tanto, contingente, y contingente es todo lo que compone la decisión, la información que la informa, el contenido, su contexto. En una realidad evenencial, como la de la totalidad no fragmentada, las decisiones no buscan un resultado, no son racionales en el sentido de que no buscan ajustar fines y medios, pues todo es un transcurrir que hace imposible cualquiera contabilidad fuera del evento. La racionalidad sustantiva propia del ajuste entre fines y medios sólo es pensable en un mundo poblado de objetos fijos y eternos. En este sentido las decisiones contingentes no son optimizadoras, su bondad viene determinada por su capacidad para facilitar el acoplamiento estructural evenencial en la totalidad no fragmentada.
Más aún, se puede afirmar que las decisiones contingentes, antrópicas como no antrópicas carecen de propósito, el cual sólo es factible otorgárselos desde una meta punto de vista, y que, en tal caso, su único propósito visible es el de persistir. La decisión evenencial contingente conforma y transforma la totalidad no fragmentada en su integridad. La totalidad no fragmentada es orden en movimiento, es holomovimiento ordenado que se ha configurado en una deriva determinada por miríadas de decisiones evenenciales contingentes. Esto tiene consecuencias evidentes para el quehacer científico, pues sitúa el conocimiento en un contexto muy distinto al que se acostumbra.
La realidad evenencial, por tanto, no elimina ni la posibilidad de hacer, conocer, o decidir. Por el contrario, si como señala la propia ciencia “objetiva” la realidad de la totalidad no fragmentada es lo más probable que exista allá afuera, la realidad evenencial es la única vía real de hacer, conocer y decidir. La angustia cartesiana radica en que estamos acostumbrados a hacer, conocer y decidir en un mundo de objetos, y no de eventos.

(*) Puede solicitar información más detallada de este trabajo al autor


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